viernes, 9 de marzo de 2012

Patagonia Chile.Argentina 2012... nuestras vacaciones.


     Con Mariela para nuestras vacaciones se nos ocurrió visitar el Parque Nacional Torres del Paine. Para mi esposa sería la primera vez, en cuanto a mí la segunda ocasión. En el 2008 la visité junto a un amigo sin preparación ni equipo suficiente para tal aventura. Sin embargo, a pesar de tener bastantes altos y bajos por la falta de logística fue un viaje maravilloso. Esta nueva oportunidad se convertiría en un gran desafío. Por una parte, intentaríamos mejorar todos los puntos débiles del viaje anterior y por otro, a modo de capricho personal realizaríamos un trekking sobre algún glaciar en pleno campo de hielo sur (en este caso  el Glaciar Grey). Además, a fin de darle una connotación especial llegaríamos a la ciudad de Puerto Natales el 31 de Diciembre para celebrar el año nuevo allá en la patagonia chilena.

     Aún recuerdo oír, la mañana del 28 de Diciembre mientras desayunaba en el casino de mi trabajo, la noticia que erizó mis pelos y que trataba del origen del incendio forestal que afectaba a la zona de Paine Grande. Después de dos días de trabajo forzoso, decretaron a esta Provincia como zona de catástrofe. Frente a esto y muy preocupados, buscamos rápidamente alternativas que incluyeran actividades "outdoors".





                                                                    Infografía del sector dañado




                                                                      Presunto culpable del incendio




     El sábado 31 siendo la víspera de año nuevo, viajamos rumbo a Punta Arenas aún con las esperanzas que los especialistas controlaran el incendio y que ojalá a más tardar el día martes reabrieran el parque y así dar pie a nuestro plan de realizar el circuito de trekking conocido como la W. Cuando Llegamos a la región de Magallanes, el tío Juan se encontraba esperándonos en el aeropuerto, además de saludarnos y regalarnos un par de cartuchos de gas butano, nos indicó cada una de las “mañas” de su Chevrolet Opala setentero que a nuestro regreso nos entregaría para movilizarnos por la ciudad y conocer sus alrededores.

     Ese mismo día arribamos a Puerto Natales, ciudad situada al extremo austral del país (3 horas ½ en bus desde Pta. Arenas). Pequeña, de clima lluvioso y ventoso, cuya actividad principal es la ganadería y en la actualidad con un incipiente desarrollo turístico gracias a los atractivos del lugar (Las Torres del Paine, Monumento Natural Cueva del Milodón, entre otros). Como víspera de año nuevo cenamos en el Restaurante “Mama Rose” ubicado en plena costanera y con una vista privilegiada del fiordo de Última Esperanza cuyo menú incluía el muy apetitoso Cordero Magallánico, gastronomía predilecta de la zona.





      Ingreso a la ciudad de Puerto Natales






Bahía de Puerto Natales






Muelle Braun & Blanchard






 
                                                                            Restaurante Mama Rose





     El lunes –para “mala pata” de nuestra autoestima de viajero- se difundió la noticia que indicaba que de los seis focos de incendio, solamente cuatro se encontraban en proceso de control pronosticando de esta manera una eventual apertura del parque (exclusivamente el sector no dañado) para el día jueves. Esto significaría esperar demasiado y además con la ruta original coartada. Mientras tanto la conmoción se vivía en Natales, por un lado los habitantes del pueblo observaban con impotencia como se derrumbaba la mayor fuente de ingresos anual y por el otro, los extranjeros alarmados buscaban emigrar y salvar sus vacaciones. Bajo este triste escenario y entre ambos grupos nos encontrábamos la male y yo.


     Bajo todas las presiones y a modo de “plan B”, modificamos nuestro trayecto. Decidimos agarrar las mochilas, carpa y equipos varios lo antes posible para emigrar a la Patagonia Argentina, específicamente la meta sería llegar a El Chaltén más conocido como “El paraíso del trekking”. El tiempo estaba a nuestro favor y no lo desaprovecharíamos.


     La nueva propuesta se inicio de manera difícil, las líneas de buses se encontraban colapsadas por la magnitud de extranjeros que intentaban cruzar la frontera. Esto nos retrasó un día a la espera de pasajes. Al final, nos embarcamos en un viaje de 7 horas aproximadamente con dos pasos fronterizos a su haber (perdiendo una cantidad de tiempo considerable). Las carreteras rodeadas de mesetas zanjadas por valles fluviales con una vegetación más árida que la chilena abrían paso al bus que avanzaba raudo por la pista y que a tramos de 30 minutos se veía interrumpido por el mismo conductor que detenía la maquina para fumarse un cigarrillo saciando su adicción a la nicotina. Llegamos al anochecer a “El Calafate”, agotadísimos por la jornada, encontramos la hostería en la que reservamos una habitación el día anterior y que a lo lejos en apariencia parecía sacada de alguna playa oriunda de una localidad caribeña. Al interior, nos recibió un recepcionista argentino hiperventilado que en cuanto su actitud notoriamente contrastaba con la de este par de introvertidos chilenos ávidos por descansar.


     El Calafate es una bella localidad ubicada en la provincia de Santa Cruz. Es la puerta de acceso al Parque Nacional los Glaciares. Del mismo nombre se conoce a una baya de color púrpura oscuro fruto representativo de la región. Es un pueblo pequeño pero bien abastecido, con un avance turístico considerable. Posee una correcta gastronomía (restaurantes diseñados para los gustos de los turistas), un comercio seductor en cuanto souvenir y un puñado de empresas turísticas que ofrecen atractivos paquetes de expediciones, senderismo, escalada en hielo, alta y media montaña, además de una excelente atención.


     Al día siguiente nos embarcamos en dirección a “El Chaltén” (3 hrs. aprox. en bus). Hermosos paisajes nos acompañaron durante el recorrido, apreciamos de manera afanosa el Lago Argentino, el río La Leona y al final del viaje el magno Lago Viedma y su Glaciar, junto e éste último se encontraba al pie de un enorme hilo de montañas y roqueríos un pequeño pueblito. Habíamos Llegado a “El Chaltén” donde inmediatamente fuimos guiados a la Administración de Parques Nacionales (APN) lugar en que nos dictaron una charla con las indicaciones y medidas de seguridad necesarias para ingresar, además de la aclaración de todo tipo de dudas y un pequeño mapa de regalo. Destaco esta iniciativa porque hasta el día de hoy -a pesar del incendio forestal que nos afectó- aún no incorporan esta medida en la CONAF de Chile.




                                                                                Río La Leona





     Ya en el terminal, contratamos un tour que nos trasladaría al mismísimo Glaciar Viedma a nuestro regreso de la aventura por las montañas. Ahora la primera meta sería armar campamento alrededor de la laguna Capri que se encontraba ubicada a 4 horas de caminata en cumbre desde el pueblo, llegando comeríamos y descansaríamos hasta el otro día para iniciar la ruta que nos acarrearía al sólido Cerro Fitz Roy.





Llegando a El Chaltén







Campamento Capri







     Aquella noche en el camping fue brutal, un temporal interrumpió nuestro sueño y por poco nos voló la carpa. Al amanecer, agotados por la velada, desayunamos y emprendimos (con lo justo para el camino) el sendero al Campamento Poincenot. Desde allí comenzaba el camino difícil, era un recorrido en pendiente, muy empinado (de intensidad media/alta). El ascenso parecía interminable, el cortejo de fastidiosos tábanos y los grados de calor contribuían a nuestra impaciencia. Ya en la cúspide nos encontramos con el majestuoso palacio natural del cerro Fitz Roy y a sus pies el impresionante Lago de los Tres con aguas de color turquesa, como si fuera poco a su costado una pendiente que mediante una desembocadura en forma de cascada unía a éste con el Lago Sucio que evidentemente no le hacía honor a su nombre. Valió la pena cada gota de sudor durante el recorrido.






Lago de los Tres








El grandioso Cerro Fitz Roy








Laguna Sucia





     Al regresar de la jornada, ya instalados en nuestro campamento. Experimenté algo que nunca había vivido. Al caer la noche, subí a una cumbre cercana dispuesto a tomar algunas fotos nocturnas. Mientras preparaba el equipo fotográfico descubrí asombrado y a su vez petrificado el estrepitoso sonido que los glaciares emiten al crujir y que cuyos ecos al deslizarse por el valle insinuaban una orquesta sinfónica al puro estilo de una ópera de Mahler.


     A la mañana siguiente levantamos todo y cogimos un atajo en dirección Lago Torre (sólo en algunos mapas lo indicaban). Fue una decisión difícil, ya que el sendero no se encontraba claramente señalado y en ocasiones tuvimos que hacer nuestro propio camino al interior del follaje. Largas horas de camino en un lugar desolado nos conectó profundamente con la naturaleza y fauna del lugar, algo que se pierde al seguir un camino marcado para el turista. Los animales conocen los lugares por los que no deben transitar. Esta vez nosotros éramos los intrusos.





El Fitz Roy desde el campamento




     Acampamos en Di Agostini al costado del Lago Torre. Un lugar agradable y silencioso. Preparamos la cocinilla y nos dimos un banquete que a simple vista se veía austero, pero para dos viajeros agotados de horas de trekking, era el buffet más apetitoso con el que habíamos soñado jamás.


     Al día siguiente visitamos el glaciar Torre, visto desde un mirador al costado Este del lago y en el que se apreciaba una hermosa vista del cordón del Cerro Torre, el cordón de la Adela y un sector del macizo Fitz Roy. Estuvimos un largo rato disfrutando de la belleza del paisaje.
  






Desde el mirador del Glaciar Torre







Llegando a El Chaltén




     Al amanecer regresamos a la localidad de El Chaltén. Buscamos un refugio y descansamos durante el resto del día. A la mañana siguiente nos embarcaríamos en un catamarán rumbo al glaciar Viedma donde iniciaríamos la marcha.


     Deseo cumplido, transitamos por el más grande de Argentina y el segundo más grande del Campo de hielo Patagónico Sur (después del Pío XI en Chile). Recorrimos con nuestros crampones un sinfín de cavernas de hielo causadas por la intensa actividad erosiva del agua y las rocas subyacentes dando origen a increíbles formas y colores.





Mariela colocándose los crampones







En pleno Glaciar Viedma




     Nos despedimos de tan bello espectáculo y volvimos a El Calafate donde aprovechamos de visitar el renombrado glaciar Perito Moreno que, a diferencia de sus parientes, el atractivo principal reside en la tonalidad azul intenso que alcanzan sus icebergs y una gran amplitud visual que es algo admirado por una multitud de personas desde el mirador. El entorno es extremadamente turístico y se encuentra diseñado para dejar a gusto al espectador.






Glaciar Pertio Moreno







Azul intenso del Perito Moreno





     De regreso en El Calafate nos encontramos con la noticia de la apertura del Parque Nacional Torres del Paine (sólo el recorrido que da al mirador base). Entonces, ni tontos ni perezosos decidimos viajar nuevamente a Puerto Natales y visitarlas a modo de redención. Al llegar a Natales nos percatamos que se percibía un matiz especial en el ambiente, el lugar transmitía haber vuelto a la vida, se encontraba todo reactivado y poco a poco los extranjeros lo fueron poblando.


     El día que visitamos las Torres resultó un tanto arduo, ya que nuestros cuerpos mostraban claros indicios de fatiga, la cumbre se percibía el doble de dura. Levantamos el campamento en “El Chileno”, nos abastecimos de agua y ración de marcha para continuar la ruta a la base. Era un día parcial con tendencia a nublado. Me encontraba muy preocupado porque existía la probabilidad que no lográramos ver las Torres por la bruma que había en el lugar. En realidad, lo que realmente me preocupaba era Mariela, la veía cansada y hasta cabreada, además para ella era muy importante conocerlas, siempre fue la motivación principal para acompañarme en este viaje. El último trayecto fue muy intenso, empinado y rocoso, a ratos nos deteníamos a tomar aliento, hasta que al fin logramos llegar a la cima. Un fuerte viento nos azotaba y el cielo se ponía gris, pero éstas se encontraban intactas y hermosas tal como aparecen en las revistas.





Camino a las Torres del Paine







El mirador del Guanaco








Misión cumplida




     En el campamento, cenamos y nos acostamos de inmediato mientras todos los extranjeros festejaban despreocupados en el refugio.

     Días después de estas dos semanas de aventura, regresamos a Punta Arenas y alojamos en casa del tío Juan. Él no se encontraba en el lugar, sin embargo nos había dejado su automóvil para que conociéramos la ciudad. Visitamos el Fuerte Bulnes, el Puerto del Hambre, la Pinguinera Seno Ottway. Conocimos en detalle la ciudad, el mercado nuevo, el cementerio Municipal Sara Braun, su gastronomía (cenamos en celebración del cumpleaños de Mariela), y también tuvimos nuevos percances (nos quedamos en “pana” a 60 km de la ciudad) un sinfín de aventuras hasta que tomamos el vuelo de regreso a Santiago, dejamos atrás todas estas bellas imágenes y nos quedamos con un cúmulo de recuerdos que al evocarlos afloran los deseos intensos por volver, ojalá en un futuro cercano.







En la joyita setentera






Pinguino Magallánico "Seno Ottway"







Nótese los post-it indicando algunas de las mañas del Opala







Fuerte Bulnes